
Acompañamiento espiritual en Ejercicios
Por Francisco Javier Robalino
Comunidad Dios Amigo - Quito
Podría parecer pretencioso el título del artículo, tomado del evangelio de Lc 24, 15. Y quizá ésta fue la primera lección que debí tomar allá en el 2002 cuando “acompañé” mi primera tanda de Ejercicios Espirituales... Evitar la espectacularidad y dar paso al encuentro entre el Amante y el amado.
Siempre me ha parecido que el “hacer Ejercicios” es un don inmenso, especial herramienta de quienes vivimos la espiritualidad ignaciana; pero el paso de los años me ha confirmado que el “darlos” no solamente confirma la gracia de ser testigo del paso de Dios por la vida de cada uno de los ejercitantes, sino también un ministerio de servicio. Más todavía cuando el que los da es un laico (¡cuantas ventajas y dolores de cabeza me ha traído esta condición!...).
La experiencia ha sido rica y variada: mostrarles al Dios de Jesús que toda la vida ha susurrado al oído y al corazón, desacomodar a la persona de sus seguridades, construir la comunidad, enseñarles a discernir y a orar desde el interior, no temerle al silencio...
Sobre todo han sido tandas de jóvenes, -algún grupo parroquial o miembros de residencias universitarias católicas, grupos CVX de Ecuador y de Perú, estudiantes de nuestros colegios (usando ya la terminología jesuítica de compañeros en la misión), y de otros colegios también. Ahora, desde que trabajo en el Colegio Gonzaga de Quito, esta experiencia se ha ampliado ayudando en retiros para profesores.
La mayoría, retiros tipo Ejercicios, leves, de tres, cuatro o cinco días, aunque también alguna que otra tanda de ocho. Desde agosto de 2006, en el último año, han sido seis tandas las que he podido acompañar. Aunque pudiera parecer poco, ese número habla a las claras de la necesidad de laicos bien formados en este arte de propiciar el encuentro con Dios.
El apoyo de mi comunidad y el hábito de las herramientas ignacianas de oración, acompañamiento, discernimiento y pausa han sido los medios concretos para descubrir en mí esta vocación que anhela ir creciendo.
Los retos en este apostolado son muchos y de diversa índole, debido al acelerado cambio en la cosmovisión de las personas y a la complejidad de la época: compartir con otros ejercitadores su metodología y materiales; horarios, entrevistas y atención de casos especiales. Intentando “hacer como si todo dependiera de uno, sabiendo que todo depende de Él”.
Y así buscar la confirmación de las propias mociones interiores mientras yo también pretendo que se una a mi camino y humildemente también yo al de Él.
Me encanta Panchito ver como Dios te ha convertido en un medio para orientar a tantos jóvenes a través de los EE, aquí en España hay muchas tandas de EE en todas las modalidades y no sabemos aprovecharlas. Que Dios siga iluminándote para que sigas siendo testimonio de servicio a toda la CVX.
ResponderEliminarUn abrazo,
EDU
Muchas gracias Panchito por tu compartir!! Me movió muchísimo y definitivamente las palabras hablan de lo que en el corazón abunda, xq en las tuyas se siente con fuerza!
ResponderEliminarCiertamente el acompañar EE es una gracia tremenda. Tuve el regalazo en un par de oportunidades de acompañar en Ejercios a jóvenes universitarios y miembros de la CVX y de ser testigo del actuar de Dios en ellos, es una experiencia que aviva y fortifica aún más la confianza en Dios Padre que no deja de cubrirnos de ternura y amor. Al igual que en el apostolado de ser Acompañante Espiritual, me invade la misma sensación de agradecimiento y alegría por vivir una fe compartida.
Como laicos tenemos mucho para poner al servicio en estos dos apostolados y deseo profundamente que seamos cada vez más quienes generosamente nos donemos como instrumentos de Dios para acompañar a nuestros hermanos al encuentro con Él. Se necesitan personas dispuestas a formarse, madurar en la fe, pero sobre todo que vivan intensamente en cercanía y amor con Dios... Yo quiero ser una de esas personas, ¿quién más se anima?