
En el mundo contemporáneo, si es que no somos ajenos a sus dolores y esperanzas, se hace cada vez más evidente, necesario y urgente, comprometernos con lo que convencionalmente se conoce como Desarrollo Sostenible. Es decir, sin renunciar al progreso económico, cuidar el medio ambiente y promover el desarrollo de la comunidad (familia, grupo, barrio, ciudad, país, humanidad). Si somos capaces de mantener el equilibrio en estos 3 elementos (riqueza-persona-naturaleza) podremos aspirar a mantener un mundo sano en el que los seres humanos nos podamos realizar con plenitud. Nunca hemos tenido un desafío tan necesariamente democrático: si todos y cada uno de los ciudadanos, en todos los ámbitos de la vida (personal, familiar, social, económico, político, cultural, etc.), no modificamos nuestros hábitos de vida, no acogemos un estilo de vida "sostenible", no habrá líder político, religioso ni de ninguna otra clase capaz de salvar el mundo: no está en juego la salvación del alma, sino nuestra supervivencia y la de los otros seres vivos, en nuestra "gran casa", la Tierra. Democrático son también los efectos. Quien haya visto el documental de Al Gore y esté al tanto del ritmo en el que nuestro planeta se está deteriorando estará consciente de la seriedad de la problemática que enfrentamos. Esto y además la conciencia de que afecta no sólo al medio ambiente sino que los primeros perjudicados serán otra vez los más vulnerables. Se me ocurre hacer la pregunta seria: ¿y mi vocación cristiana qué tiene que responder a estas evidencias, necesidades y urgencias? ¿y cómo podemos incorporar formalmente estos desafíos a nuestra misión comunitaria? ¿Cómo podemos hacerla nuestra bandera de lucha con el mundo, para el mundo, por el mundo? ¿Cómo podemos incorporar este estilo de vida sostenible a nuestro estilo de vida cristiano, que aunque parezcan complementarios no siempre es así? Encontré una página web en la que se mide la "huella ecológica", es decir, ¿cuántos recursos consumes para vivir y qué impacto tiene sobre el medio ambiente? Para saberlo, sólo tienes que contestar unas cuantas preguntas sobre tus hábitos alimenticios, el tipo de transporte que utilizas y tu entorno, entre otras cosas. El resultado de este test te cuestiona ante el supuesto: ¿qué pasaría si todos vivieran como tú? Cuando hice el test, pensando que soy alguien que intento ahorrar lo más posible, que no tengo lujos, que intento vivir una vida sana y que aspiro ser un buen cristiano, me reveló que se necesitarían 4.1 planetas Tierra para sostenernos. No pretendo ponerme como vara de medida, sino que los invito a hacer el test y cuestionarnos personal y comunitariamente sobre lo que hay que hacer o cambiar. También les sugiero leer semanalmente los artículos de Leonardo Boff, quien está comprometido hace un buen tiempo, a establecer un nexo entre espiritualidad y ecología. Chuco
Imagen tomada de sos friki-geek?
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