Si una experiencia marcó a Arrupe ante el mundo fue haber sido testigo de la bomba atómica lanzada contra la ciudad de Hiroshima. Los jesuitas tenían dos comunidades en Hiroshima. Una estaba muy cerca del centro de la explosión y otra, la comunidad de novicios –cuyo formador era Arrupe- estaba más a las afueras, viéndose sólo afectada por la onda expansiva.
Arrupe fue un hombre que desde su temprana juventud convivió con las mayores miserias de su tiempo. En su vida universitaria en Madrid visitaba los barrios más pobres de la ciudad. En Nueva York trabajó con las bandas juveniles del Bronx y visitaba la prisión.
A lo largo de su vida buscó ver y escuchar los mayores dramas de su tiempo, impulsó el compromiso de la Compañía con los pobres, contra las dictaduras en todo el mundo y, especialmente fue muy querida para él la acción a favor de los refugiados.
Arrupe fue voz para tantos que pasaban invisibles a ojos del mundo.Arrupe entró en las “noches oscuras” de su tiempo con la sola vela de su humilde Fe.
Tras la explosión atómica en Hiroshima, por distintos puntos de la ciudad las personas se consumieron instantáneamente y sólo quedó de ellas una silueta. Como la silueta que la policía dibuja del asesinado con una línea blanca, hay personas de las que sólo conocemos eso.
Invitamos a la comunidad CVX, a que meditemos sobre los desparecidos de nuestro tiempo, a que busquemos sus siluetas en la noche y a que le demos nombre y voz (desplazados por la violencia, emigrantes, víctimas del terrorismo y desastres naturales, presos, niños de la calle, etc).
(Plegaria del suburbio)
Tan cerca de nosotros
No había estado el señor,
Acaso nunca;
Ya que nunca habíamos estado
Tan inseguros.
Oración pronunciada por Arrupe en una eucaristía celebrada en un suburbio de Latinoamérica en 1969.

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