Hemos conocido el Amor
y hemos creído en él.
(1 Jn, 16)
A pesar de la travesía que nos tocó enfrentar para llegar a Lima (por mal tiempo tuvimos que desviarnos de Lima y un viaje que debió durar 2 horas desde Guayaquil, duró en realidad casi 24 horas, haciendo una escala inesperada y larga en Chiclayo), cada minuto en Lima, especialmente la celebración del matrimonio de Franklin y Sofía, fue una experiencia intensa de ser testigos del amor y creer aún más en Él.
Primero el encuentro con los amigos entrañables que hacía tiempo no veíamos físicamente: Pilar, Meche, Javier, y otros.
Segundo, por el privilegio de volver a sentir la experiencia de la "gran comunidad" latinoamericana y hasta mundial. Estuvieron 5 cevecos (como dicen los peruanos) de Colombia y 1 de.. Austria, además de los 3 ecuatorianos (Sandy, Giovy y yo). Faltó Fabiola, de México, ya pueden imaginar el motivo...
Tercero, la oportunidad de conocer a la hermosa comunidad peruana.
Pero sin duda, y el motivo que nos llevó a Lima fue el matrimonio de Franklin y Sofía. Todo fue distinto y sentido: las palabras de bienvenida de los papás de los novios antes de iniciar la misa; 6 sacerdotes celebrando la Eucaristía; un jesuita "rockero" en el micrófono cantando "Te Quiero" a todo pulmón (el de Benedetti) y animando a la Asamblea a cantar en coro "y en la calle codo a codo somos mucho más que dos"; los votos de los novios; la historia del novio sobre "bajarse del tren"; la acción de gracias espontáneo de los asistentes en el ambón; los anillos de coco; el sacramento celebrado y protagonizado por los novios; y después de la misa, la conversión de la capilla en sala de recepción, cruzando la cortina para celebrar con brindis y fotos la felicidad de los esposos.
Lleno de detalles: el mural hecho a mano; las peticiones dirigidas por los extranjeros; la foto grande con los cevequianos; el novio de blanco autóctono; el baile en la casa de la mamá del novio; la tía pasada de copas que grita por los novios; el pisco sour para el brindis y el vino de misa (estoy casi seguro que era de misa jaja) para celebrar...
Probablemente muchos no sepan de qué hablo, pero por muchos instantes recordé el final de la película "La ciudad de la alegría"... aquel matrimonio hindú, celebrado por la comunidad en las calles del barrio, con tanta sencillez y al mismo tiempo repleto de significado y calidez. Donde hay tan poco convencionalismo, donde ningún rito sobra y donde no queda espacio para otra cosa que para ser testigo del amor.
¡Qué viva los novios!!
¡Qué bonita celebración del sacramento!
ResponderEliminarEntré aquí buscando una imagen de aquella pareja en la "Ciudad de la alegría".
DTB