agosto 29, 2013

MAGIS: Una mirada alta y un corazón grande

(Artículo de Vivian Vivero publicado en Boletín No. 56 de Relatos de los Jesuita

Luego de 27 horas de viaje llegué a Salvador-Bahía. Lugar que acogió a más de 2000 jóvenes ignacianos de todo el mundo, igual que a los jesuitas en siglos pasados. Muchos países, muchas razas, muchas culturas pero un solo idioma: la ignacianidad.
Todos fuimos con el deseo de encontrar a Dios y todos lo encontramos.
En Salvador, conocimos un poco de los países que participábamos de esta maravillosa experiencia. 
En las noches teníamos momentos de oración y el día domingo tuvimos la grata visita del Padre General, quien presidió la misa de envío para la semana de la experiencia MAGIS. En aquella, nos dijo que debíamos ser como las jirafas, tener una mirada alta y el corazón grande, para así ver y captar mejor lo que nos rodea y aquello que veamos, recibirlo con un corazón abierto, un corazón acogedor.
Luego de la misa, los peregrinos empezaron a coger su maleta para dirigirse a su experiencia MAGIS, las mismas que se dieron a lo largo de todo Brasil.
La mitad de mi delegación vivimos una experiencia agotadora pero muy enriquecedora, peregrinar 130km, desde San Francisco Javier hasta Aparecida, ciudades que quedan en Sao Paulo. Nuestro grupo, SP13, se conformaba de personas de Brasil, Singapur, Francia y Bélgica; una mezcla total de lenguas y costumbres. En el camino disfrutábamos del paisaje, de la compañía de personas acogedoras, de la naturaleza y de nosotros mismos. Habían momentos que los peregrinos nos quedábamos solos y así teníamos la oportunidad de admirar lo que nos rodeaba y nuestra vida.
Al quinto día de caminata llegamos al templo de Nuestra Señora de Aparecida, el santuario mariano más grande del mundo. 
Al llegar sentí mucha felicidad y orgulloso, por haber terminado esa peregrinación, ya que en el camino tuve algunos tropiezos.
Lo más impactante de este lugar, para mi, fue conocer la capilla de los milagros, lugar donde las paredes estaban decoradas con fotos de personas y partes del cuerpo hechos en cera. Otro lugar fue la sala de las velas, ya que aquí colocaban velas de hasta dos metros de alto. La devoción, la fe y el amor que los peregrinos tienen a la Virgen es algo sobrecogedor.
Después de la misa en el templo de Nossa Senhora de Aparecida, nos subimos al bus y nos dirigimos a Rio de Janeiro, donde todos los peregrinos nos reencontramos para compartir de nuestras experiencias y empezar la Jornada Mundial de la Juventud.
La misa con el Arzobispo de Rio de Janeiro, la Bienvenida del Papa, el Vía Crucis, la Vigilia y la misa de envío, se vivieron con mucho fervor. Miles de católicos se reunieron para escuchar el mensaje del Santo Padre, que se resume en ser arriesgados, en no tener miedo a ser diferentes, y aceptar el amor de Dios.
Agradezco mucho haber vivido esta experiencia muy enriquecedora en todos los ámbitos, personal, espiritual, comunitario y apostólico. Es una experiencia que deseo volver a vivirla y que muchos ignacianos de Ecuador también deberían hacerlo.

Vivian Vivero, CVX Guayaquil

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