marzo 01, 2017

COMUNIDAD ESPACIO DE ENCUENTRO

Empieza un nuevo año y con él, nuevas páginas en blanco en las que se irán escribiendo más historias sobre este pequeño peregrinaje en este rincón de nuestra querida Amazonía. 
Quiero empezar este compartir con la carta de Pablo a los romanos: “Apréciense unos a otros con amor fraterno; honren a los demás más que a ustedes mismos” (Rm 12, 10) Este mes ha sido un tiempo de hacer vida este pasaje, no solamente por el precioso tiempo compartido entre mi familia y amigos en la corta visita a mi país, sino porque realmente voy sintiendo al amor de Dios en cada cosa que me sucede. Al finalizar el mes de diciembre después de las misiones de Navidad me topé con la desagradable sorpresa de que la cabaña donde vivía sola en Leticia fue robada. La impresión para mí fue fuerte, pues no había experimentado antes una situación así. Estoy consciente de que esto puede ocurrir en cualquier lugar del mundo, son dolorosos contratiempos al que todos estamos expuestos y probablemente es más fácil vivirlos en una zona de frontera. 
Como se dice popularmente: “no hay mal que por bien no venga”, gracias a ese infinito amor de Dios que nos demuestra cada día y que inclusive nos conoce más de lo que nos podemos conocer nosotros mismos. Ese Dios que siempre es más y que sabe nuestros límites y hasta donde podemos llegar, ese Dios que es Padre y Madre y que se vale de todo para darnos sus muestras de amor. Ese Dios de Jesús que es Bueno y solo sabe amar. A ese Dios, hoy quiero dar las gracias por este suceso, porque aunque desagradable, me extendió su mano generosa a través de la Comunidad Marista ubicada en Tabatinga al otro lado en la frontera en Brasil.
A mí regreso de Ecuador, me acogieron generosamente mientras buscaba una nueva vivienda, tal vez un poco más segura. Pasó la primera semana y lamentablemente no es fácil encontrar algo aquí. Fue una noche después de la cena que Vero y Peggy, misioneras laicas maristas, me hicieron una pregunta. Vero es argentina y con su acento me dijo: ¿vos querés vivir sola o te gustaría vivir en comunidad? Yo le respondí: “siento que mi tiempo de vivir sola en esta misión fue muy rico, con sus altos y bajos, pero ahora me encantaría vivir en comunidad.” Ellas al escuchar mi respuesta casi a una sola voz me dijeron: “las puertas de nuestra comunidad están abiertas para que vivas con nosotros, hemos conversado de manera virtual con los dos hermanos maristas que también forman parte de esta comunidad, Iñigo y Justin que ahora están fuera de Tabatinga,  juntos creemos que por el poco tiempo que estarás aquí menos de 6 meses, en vista de que no es fácil encontrar un vivienda segura y sabemos que tampoco es fácil vivir sola en un país que no es el tuyo, puedes quedarte aquí con nosotros, enriquecernos mutuamente con nuestras espiritualidades y con nuestra misión.” 
Mientras escuchaba sus palabras, mi corazón se llenaba de alegría y gratitud por esta propuesta. Es más de lo que había esperado, no sería solo un lugar seguro sino que
además tendría la oportunidad de conocer y vivir con otras personas que comparten la misma vocación de servicio en esta triple frontera. Me preguntaron también si para mí no era una dificultad la distancia. Solo para que tengan una idea, caminando desde el Centro Educacional Marista enTabatinga hasta la oficina del Proyecto PAMSJ son 35 minutos, aquí en realidad todo es cerca, incluso hay servicio de moto que en 5 minutos ya estás en la frontera. 
Por supuesto, que acepté con la única condición de que yo pudiera colaborar mensualmente con una cantidad de dinero a manera de arriendo, por dos motivos, el primero dentro del aporte que recibo de CVX consta el valor para ese pago, y segundo, y tal vez más importante, es que mis padres siempre me enseñaron a ser delicada con la acogida de las personas. No sentiría la misma libertad de servirme los alimentos o utilizar los servicios si yo no colaboro económicamente con los gastos de la casa y por supuesto con las actividades de la vida cotidiana. Al principio ellas no quisieron aceptar, dijeron que sobre eso hablaríamos luego, pero al final con los argumentos que les presenté, aceptaron y a partir del 15 de enero estoy viviendo con la comunidad Marista.
 Por eso empecé con el pasaje de Pablo, aunque son pocas semanas, puedo decir que voy descubriendo la riqueza de vivir en comunidad. Una comunidad que se va construyendo en el día a día, con el compartir de la oración, las actividades propias de la casa, la vida y misión. Estoy descubriendo una espiritualidad nueva, la espiritualidad marista de hermanos desde el servicio y la fraternidad, una espiritualidad que busca ser sencilla y confundirse con el otro en la vida cotidiana, que va poniendo en práctica uno de los deseos de su fundador Marcelino Champagnat “que digan de ustedes miren como se aman”, y así es como voy percibiendo desde las diferencia no solo de culturas, sino de personalidades, la tolerancia, el respeto al otro, en una palabra ese deseo de encontrar a Jesús en el otro, acéptarlo y amarlo tal y como es. Una sencillez de vida y un corazón abierto hacen que nos preocupemos unos a otros, a la manera de Jesús con sus apóstoles. Ahora voy experimentando que cada espiritualidad tiene mucho que ofrecer y que es realmente un privilegio que nuestra iglesia tenga una variedad de espiritualidades porque cada una desde su propio carisma construye el cuerpo de Jesús.
Gracias también a esta experiencia, veo la importancia de nuestra dimensión comunitaria en CVX. En este tiempo donde el individualismo y la competitividad nos arrastran, el rol de la comunidad juega un papel muy importante, siendo este el sitio donde verdaderamente se crean los espacios de encuentro y compartir que nos hacen vivir ese “ser amigos en el Señor”. Para vivir en comunidad es importante que los miembros de la comunidad tengan una actitud de apertura, de discernimiento, saber cuando hablar y cuando callar, descubrir
poco a poco cual es su rol en la comunidad, cual es su aporte y desde ahí lograr un trabajo de cuerpo, gracias a este trabajo interior la comunidad con el aporte de todos logrará ser ese lugar donde la verdad, la creatividad, la alegría, el perdón y la reconciliación nos ayudan a encontrar la voluntad de Dios en esta misión que vamos compartiendo.  
Por lo demás, este mes es temporada de vacaciones por lo que todavía no empieza la actividad normal en Leticia. En cuanto a la misión este mes ha sido apoyar a mis compañeros Pablo SJ y Robby en trabajos puntuales del Mapeo de Fe y Alegría, pues se encuentran en la recta final del Proyecto, tabulando encuestas, transcribiendo entrevistas, y gracias a ese trabajo he podido conocer la realidad de las comunidades indígenas de Perú y Venezuela. Realmente ha sido un trabajo bien hecho y bien pensado que con certeza dará muchos frutos para Fe y Alegría que trabaja en la Amazonía.
Por último, he realizado una propuesta de planificación de estos 5 meses de trabajo pastoral en las comunidades ribereñas del Amazonas lado colombiano, a partir de febrero iniciaremos con el equipo pastoral el trabajo pastoral y las visitas a las comunidades indígenas.
He acompañado a Vero y Peggy al novenario de San Sebastián en el Barrio la Comara, viviendo la riqueza de la espiritualidad popular y la devoción que tienen al santo. Tuve la oportunidad de conocer a Brenda una joven voluntaria que trabaja en la Pontificia Universidad Católica de los Maristas en Porto Alegre, fue muy gratificante compartir con ella un par de semanas. Por supuesto, también fue muy consolador por las conversaciones que tuvimos, conocer y conversar con el Hno. Nilvo, marista que por un buen tiempo formo parte del Equipo Itinerante, cuanta sabiduría, cuanta experiencia de Dios en el convivir con las comunidades indígenas, es fácil encontrar a Dios en personas con experiencia de inserción. Esta comunidad es de puertas abiertas, muy acogedora a quien necesita un rincón donde descansar y un plato de comida, Dios siga bendiciendo tanta generosidad y su misión en este rincón de Nuestra Casa Común. Fuimos a una misa en la comunidad Tikuna de Umariaçu y después fuimos invitadas a un rito que se llama Mosa Nova, que es como la fiesta de los 15 años para las niñas en nuestros países. En otro momento compartiré de qué se trata este ritual, porque no quiero alargar mucho este relato. 
Así que estos 5 meses seré “Jesuita” en Leticia y “Marista” en Tabatinga. Qué privilegio el mío poder vivir dos realidades amazónicas de esta triple frontera, lograr tener una visión de vida de Colombia y Brasil. Hacer vida el deseo de la REPAM Red Eclesial Panamazónica de abrazarnos en el trabajo conjunto por esta nuestra Amazonía sintiéndonos un solo cuerpo. 
Empiezo el año con pie derecho en esta misión y con muchos deseos de dar lo mejor que pueda en el trabajo misionero. Como siempre me encomiendo a sus oraciones. Un gran abrazo de año nuevo lleno de sueños y bendiciones para todos.
Lore Pérez E.
Voluntaria CVX 

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